23 de septiembre de 2010

Grabados en piedra para la posteridad

Siempre me ha apasionado la historia antigua, especialmente, la cultura celta. Me devuelve a tiempos donde la Humanidad era más respetuosa con la naturaleza, en que se conocían los secretos de las plantas y se consumía sólo lo necesario para subsistir. Donde los ritmos del sol y la luna no sólo marcaban estaciones sino también los comportamientos de las personas, del clan.

El paso de la vida se llenaba de rituales druídicos, de guerras y pactos entre comunidades, de “feiras” para venta de ganado o intercambio de alimentos. La habilidad arquitectónica, con mejora constante de las edificaciones y fortificaciones castreñas para defenderse de posibles invasores, se convertía en herramienta de desarrollo. Tiempos de evolución, donde el arte se abría hueco para ensalzar el espíritu de quienes conformaban los diferentes grupos poblacionales.

De aquel tiempo nos quedan los restos castreños que salpican todo el territorio nacional y, de forma especial, las tierras gallegas. También, monumentos funerarios o costumbres enraizadas en lo más hondo de nuestro comportamiento. Y joyas, estatuillas, vajillas... Aspectos que abordaré en próximas entradas para dedicarles el espacio que se merecen. 

Hoy, prefiero reseñar las representaciones gráficas grabadas en rocas o en piedras hechas por nuestros antepasados prehistóricos, los petroglifos. Hendiduras multiformes que nos dejaron las marcas que cada poblado ponía a la entrada de su castro o en los alrededores de sus asentamientos.  

Cerca de Taboexa, en el Castro de Troña (en Santa María de Pías-Ponteareas), aún podemos admirar el petroglifo con que se recibía a los visitantes del emplazamiento: una serpe rampante, una serpiente erguida.

Petroglifo del Castro de Troña

Esta ofiolatría posiblemente tiene su origen en los celtas sefes o serpes, que se establecieron en el norte de Portugal y en el área que conforma la actual Galicia durante la Edad de Bronce (el pueblo autóctono en la civilización Atlántica era el Oestrimnio, del Neolítico, con el que los celtas mantuvieron un interesante trueque de costumbres y de conocimientos). 

Dicen que las tribus de la zona rendían culto a las serpientes por su enorme poder, símbolo de protección para los pobladores que se refugiaban bajo su trazado y de respeto a la madre Tierra...¡Qué diferencia con la actualidad! Ahora las vinculamos con la maldad, probablemente por el declive del matriarcado y el alzamiento de otras creencias...pero eso es otra historia.

El culto a la serpiente en el mundo antiguo tiene muchos significados, pero todos ellos coinciden en relacionarla íntimamente con la Madre Tierra y con la feminidad. De ahí proviene su relación con la fecundidad agraria y con la fertilidad humana. Sobre esta última representación encontramos en Taboexa una iconografía muy clara relacionada con este animal: la “Serpe Preñada”.

Las marcas de una Serpiente Preñada, un amuleto de fecundidad para el poblado que se asentaba en la zona, pueden observarse en lo aledaños del Coto de Altamira (Taboexa). Este petroglifo con forma de serpiente se encuentra en una laxe, losa, escondida entre el follaje en el camino de la "Adreira". Según recoge el Centro de Interpretación del Patrimonio Cultural de Taboexa, la figura mide dos metros justos y yo, lamentablemente, todavía no he conseguido encontrarla (y mira que lo he intentado durante este verano...). 

Es un símbolo relacionado con la fecundidad femenina, como otros que posee la aldea (como a laxe dos penes). Sin embargo, éste parece ser único porque se presenta "preñado", un caso excepcional en el  noroeste de la Península Ibérica.

Además, los dos metros exactos de longitud que tiene este petroglifo lo convierte en uno de los más grandes  de similares características hasta ahora documentados en España.

Castro de Altamira (Taboexa)

El folclore de la zona se ha nutrido de este tipo de signos y representaciones para ilustrar sus narraciones, populares,  tal y como recoge el libro “A sociedade campesiña na mitoloxía popular galega” del historiador Buenaventura Aparicio Casado. Relatos donde la bestia representaba los pesares que amedrentaban a los campesinos de otros tiempos. Una de las narraciones más hermosas se recogen en "Guía da Galiza máxica, mítica e lendaria" del escritor Vítor Vaqueiro. En ella menciona una leyenda sobre la Moura del Coto de Altamira, en la parroquia de Taboexa. Dice así:
"Da asociación entre moura e serpe dá conta tamén un relato de grande fermosura, procedente de Candón-Taboexa-As Neves. Segundo a crenza, no lugar de Moreira, nun coto coñecido polo nome de Altamira, vive unha moura, que ficou alí gardando tesouros cando se producíu a marcha dos seus restantes conxéneres. Esta moura, dise, leva na cabeza un anelo cunha figura de serpe que, sorprendente e analogamente ao mito da Medusa Gorgona, petrifica a todo aquel que a olle".
Serpes preñadas, rampantes, tumbadas...Símbolos poderosos. Cultos sagrados para nuestros ancestros que aún perduran para quien sabe buscar. Yo seguiré atenta para verlas solamente así, grabadas en piedra. Sobre las otras, las vivas, prefiero evitar poner la vista y menos aún, el pie.