25 de noviembre de 2010

Maletas de cartón: recuerdos de mi familia emigrante

Revisando las estadísticas del blog me he dado cuenta de que muchas de las visitas proceden  de Argentina,  Costa Rica, Alemania, Brasil, Chile, Estados Unidos e incluso de Rusia. ¡Toda una sorpresa dado los temas que trato en esta bitácora! Así que imagino que detrás de esos clics a Buscando entre la niebla estaréis lectores amantes de la tradición, de la cultura gallega o de la historia antigua que vivís en esos lugares. Claro que si tengo en cuenta que casi siempre hablo sobre Taboexa, la aldea de mis padres, me atrae más la idea de pensar que sois paisanos de mi familia...Y aquí me tenéis, sonriendo mientras me compongo una radiografía que me ofrezca pistas sobre quienes estáis ahí, al otro lado, echando un vistazo a estas pocas letras.

Por si acaso mis cábalas no andan desencaminadas, hoy quiero aprovechar esta entrada para haceros un sencillo homenaje. Un guiño cómplice dedicado a todos los gallegos aguerridos que se vieron obligados a buscar fortuna lejos de su hogar.

Siendo sincera, la emigración me toca bastante de cerca. Primero de todo mis padres, que tuvieron que salir  a trabajar a Madrid recién estrenada la adolescencia porque el pueblo no ofrecía oportunidades. Después, casi todos mis tíos que siguieron sus pasos hacia la capital. 

Al otro lado del Atlántico también cuento con familia y en Portugal, donde se establecieron hermanos de mis abuelos. Argentina, Uruguay,  Brasil, Portugal, Alemania, Suiza... Países hermanos para miles de gallegos, donde trabajaron sin descanso para  ayudar a los suyos y labrarse un futuro mejor.


"Maletas" Foto de Manuel Ferrol.
Lamentablemente, la pista de algunos se nos ha perdido entre tanto ir y venir y por el paso de los años. Daños colaterales de la cruda y durísima emigración. Otros siguen allí asentados, donde formaron sus familias. Y los menos regresaron para recuperar sus raíces o vender las pocas tierras que aún tenían en la aldea.

Cuando reflexiono sobre esto vuelven a mi memoria conversaciones de sobremesa en las que yo, una niña,  no entendía bien de qué se hablaba. Donde unos y otros se ponían al día de los cambios que se habían producido en  sus vidas o en el pueblo durante la obligada y larga ausencia. Haciendo un rápido balance, puedo considerarme afortunada de haber conocido a muchos de los que tuvieron que marcharse a otras tierras. Otros acentos, otras costumbres.

Y es inevitable, siempre que hablo sobre la emigración de mi familia recuerdo el texto que declama el gaiteiro en la cantiga “Muller” de  Fuxan os Ventos, uno de mis grupos favoritos:
"E o voltar, ¿qué che hei decir?
¡Maldito o día e a hora
en que vos deixei aquí
pra percurar vida fora!
O inverno da emigración
roubóunos a primavera
quen eu era, xa non son
e ti non es a que eras.
Xa poden os leiros dar
colleitas ben abondosas
poden en Madrid falar
con palabras ben fermosas
que nunca, nunca nos han pagar
a nosa fame de outrora".
Traducción: "Y al regresar, ¿qué te diré? Maldito el día y la hora en que te dejé aquí para buscar vida afuera . El invierno de la emigración nos robó la primavera, quien yo era ya no soy y tú no eres la que eras. Ya pueden las fincas dar cosechas bien abundantes, pueden en Madrid hablar con palabras bien hermosas que nunca, nunca nos pagarán nuestra hambre de antes".

Fuxan os Ventos cantando "Muller"

Creo que esta hermosísima canción retrata admirablemente el sentir del emigrante y de los que se quedaron atrás, esperando su vuelta. Una crítica feroz al abandono que vivieron los campesinos cuando el hambre atenazaba las tripas. Imposible reprimir las emociones al escucharla, compartiendo el sentimiento de los que tuvieron que abandonar su aldea adorada para ganarse el sustento.

"Padre e hijo llorando. Despedida de emigrantes" Foto de Manuel Ferrol.
Y así, con los últimos ecos de este himno a la emigración resonándome aún en la cabeza, cargada de nostalgia y de saudade, me despido no sin antes recordar a mis tío-abuelos. Sus nombres son sólo un ejemplo de la emigración gallega, en este caso de la que me toca las entrañas. En Portugal se asentaron Manuel, Ana Rosa y Clara. Uruguay acogió a Celso. Alejandro trató de prosperar en Brasil. Y Argentina se convirtió en la patria de Filomena, Herminia y Evaristo.

Partieron  con sus sueños como único equipaje en busca de bienestar, dejando atrás familia y una Taboexa sin manos para labrar y sementar el campo. Estéis donde estéis, quiero demostraros de esta forma el orgullo que siento de saberos sangre de mi sangre.

Una pequeña muestra de lo que dejó la emigración en Galicia se encuentra en las casas del  Lugar do Mouro, de las que os hablaba recientemente. Por desgracia, no son las únicas construcciones abandonadas en Taboexa, hay muchas más. Detrás de cada una de ellas una historia de lucha y sacrificio, de tesón y espíritu de mejora, de mozos que partieron hacia rumbos más prósperos cuando vinieron mal dadas, con sus pocas pertenencias protegidas en una tosca maleta de madera y cartón.

Las fotografías que ilustran esta entrada son de Manuel Ferrol, fotógrafo histórico cuyas imágenes se han convertido en un icono de la emigración gallega. Su página web es un muestrario de lo que vivió la Galicia emigrante en los años 50.  

23 de noviembre de 2010

Lugar do Mouro en Taboexa, fuente de leyendas

Mouros: Seres solitarios que representan lo desconocido, guardianes de tesoros, hechiceros,  gente mágica, paganos…leyendas.

Las fábulas sobre estos seres son numerosas en toda Galicia y prácticamente todos los pueblos de la región cuentan con algún topónimo que incluye esta denominación: Lugar do Mouro, Fonte da Moura, Cova da Moura…Apelativos que señalan casi siempre la presencia en la zona de ruinas antiguas, castros, minas, piedras o fuentes rituales, mámoas (túmulos) o dólmenes.

En Taboexa no podía ser menos y también tenemos nuestro Lugar do Mouro. Se encuentra situado entre el Castro de Altamira y el sitio de Morgallón, donde existen grabados en piedra representando tableros de juego de origen celta: los "juegos celtas".

Probablemente este espacio recibió su nombre tras la romanización, cuando la impronta castreña se perpetuaba en la zona sólo a modo de narraciones de viejos, de cuentos o supersticiones. Cuando todavía muchos recordaban que allí habían vivido los celtas, en un emplazamiento fortificado donde había una fundición de bronce.

Y parece que el nombre le viene al pelo, porque ahora en nuestro Lugar do Mouro también hay cabida para alimentar leyendas. En la zona, entre la espesura del bosque, encontramos un conjunto de tres o cuatro casas abandonadas.


Estas casas no las habitaron los Mouros, claro está. Allí vivían varias familias de la aldea y a muchas de ellas aún se las recuerda porque sus descendientes continúan viviendo en Taboexa.  Me cuenta mi abuela Narcisa que en una de ellas, la más grande, vivía la señora Carmen, Carmen do Mouro. Aquella casa, continúa mi abuela, cocía pan en un forno de pedra del que no se encuentran apenas restos. Al parecer, esta mujer y su familia se marcharon de la zona hace más de sesenta años y el paso del tiempo ha permitido a la vegetación adueñarse de las viviendas y de las fincas de labor que poseía alrededor.

Reconozco que tiene su encanto imaginar cómo fueron sus dueños, cuáles fueron sus ambiciones, qué penas les afligieron, con qué sueños partieron en busca de una porvenir mejor. 

Supongo que de este modo se gestan las fábulas, mezclando la historia real con las ensoñaciones que tejemos alrededor de lugares perdidos en la memoria de los tiempos. Y así debieron sentirse los campesinos del Medievo cuando se desdibujan los relatos sobre los habitantes celtas que hubo en aquel lugar y el vello se les erizaba por temor al acercarse hasta el Lugar do Mouro...

17 de noviembre de 2010

Magosto, homenaje a la castaña

El frío gana el pulso al tímido sol que todavía se asoma entre las nubes. Llega noviembre. Es tiempo de magosto, una fiesta popular donde el fuego y  la castaña son protagonistas.

El término magosto tiene su origen en el latín: Magnus Ustus, gran hoguera, o Magum Ustum, hoguera mágica. En ambos casos, el fuego da nombre a una fiesta que se realizaba tras la recogida del fruto, coincidiendo con el agradecimiento por la cosecha recibida en Samaín.


Castañas

Como tantos rituales celtas, el magosto celebra el final de la recolección. Reuniones en torno a la hoguera, después del equinoccio de invierno y justo antes de la temporada de la matanza. Una fiesta de exaltación y de agradecimiento a la Tierra por el alimento recibido.

Los ecos de entonces continúan resonando en nuestros tiempos y allí donde se dan los castaños, seguimos festejando en torno al fruto que en tiempos mantuvo a la población bien alimentada en los meses de frío. Un buen año de castañas garantizaba la supervivencia durante el invierno. Con ellas se molía harina, se nutría la familia. No en vano, la castaña, junto a la bellota, era un alimento principal que sólo perdió su importancia con la llegada del maíz y de la patata, tras el descubrimiento de América.

Esta tradición sigue muy presente en Galicia y en el norte y oeste de la Península Ibérica. Kilos y kilos de castañas, pan y el primer vino nuevo de la reciente vendimia se dan cita, año tras año, para organizar un festín en cada casa.

Me cuentan mis padres que en Taboexa, cuando ellos eran niños, se juntaban vecinos y familia para comer juntos na eira las castañas que habían recolectado. Sobre la tierra, un poco de fasco (hojas del pino secas esparcidas por el suelo) y algo de romero para dar aroma. Se prendía la lumbre y, cuando las brasas estaban listas, se añadían las castañas. Ummm... parece que puedo percibir el olor. Reuniones entrañables donde solían ponerse al día de los últimos rumores de la aldea y donde las canciones populares y las leyendas siempre hacían acto de presencia mientras se consumían las llamas.

Citas alrededor del fuego que a día de hoy siguen uniendo a los amigos y a la familia.

Magosto, un homenaje a la castaña que nos recuerda lo que fuimos.

Castaño en otoño
Si tienes ocasión de acudir a esta fiesta, cierra los ojos mientras las brasas asan el fruto que nos ofrece el "árbol del pan", de la vida, en la tradición celta. Seguro que sentirás el respeto que daban a este árbol sagrado, de porte majestuoso y enorme longevidad, que sigue salpicando nuestros bosques...

Y saborea la castaña como si de ello dependiese tu vida y la de los tuyos durante el frío invierno que llama a la puerta. Seguro que verás con otros ojos esta celebración y las castañas te sabrán muchísimo más sabrosas.

¡Buen provecho!