Me cuenta mi madre que a la abuela Xusta le encantaba iniciar cantigas cuando se sachaba o arrendaba el millo. Y que el ambiente, muchas veces, tenía un aire de fiesta porque algún vecino se picaba y comenzaba una “pelea” de coplas entre finca y finca.
Mi abuela Xusta. ¡Qué gran mujer! Siempre junto al abuelo. En el campo y en casa. Atendiendo las tareas agrícolas y ganaderas sin dejar de lado los quehaceres del hogar. Un claro ejemplo de campesina gallega. Al pie del cañón, atendiendo a la familia, tejiendo su ropa y acompañando al esposo no agro, los niños bajo las parras o, si eran mayorcitos, ayudando en el cuidado de los animales.
Una carga descomunal que en el caso de mi abuela Xusta (y seguro que en el de muchas bravas mujeres) sólo ha pasado factura en los últimos años. Aún no hace mucho, se encargaba da horta o de acudir a soltar el agua de la poza para O Piñeiro, Xeljouro o Baliños, cuando a partir del 24 de junio comenzaban los cupos de riego en Taboexa.
Lamentablemente aquello pasó y ahora sólo sonríe cuando charlamos un ratito con ella u observando a su bisnieta Sara, que ha sido el punto de inflexión que la ha vuelto a sujetar a la vida.
Abuela, ¡me cuesta tanto ver como te vas apagando lentamente!
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Mi hermana y yo junto a la abuela Xusta |
Y mi hermana y yo te hacíamos caso. Aún conservo medallitas y amuletos que me han acompañado a todos los exámenes que he hecho en mi vida. Un par de brujitas, de esas que coleccionaba cuando era una adolescente. Y una chaqueta que me encanta, aunque pasó de moda hace años…
Pese a que la ingrata y cruel enfermedad está cebándose con tu vitalidad, tu nervio y tu sonrisa, en mi mente sigo escuchando tus viejos romances, abuela, y siempre que oigo cantigas antiguas regreso a mi infancia para tomarte la mano y dejarme mecer por tu voz.
Pese a que la ingrata y cruel enfermedad está cebándose con tu vitalidad, tu nervio y tu sonrisa, en mi mente sigo escuchando tus viejos romances, abuela, y siempre que oigo cantigas antiguas regreso a mi infancia para tomarte la mano y dejarme mecer por tu voz.
Te quiero, abuela.