26 de enero de 2011

Pepe do Barreiro, mi abuelo

Abuelo, hace ya mucho tiempo que te marchaste para siempre aunque, en realidad,  te habías ido mucho antes, cuando se nubló tu entendimiento y apenas eras una sombra del hombre al que aprendí a escuchar y respetar durante los veranos de mi infancia.

Mi abuelo, Pepe do Barreiro
De aquellos días recuerdo tu media sonrisa, tu sentido del humor y el tesón propio de los hombres de campo, trabajadores incansables. Por eso quiero rendirte este pequeño homenaje, para dejar constancia de mi agradecimiento por lo mucho que aprendí a tu lado y al de la abuela. 

Mis primeras imágenes de Taboexa las ubico alrededor de mis cinco años. Yo apenas entendía el gallego y tú te empeñabas en soltarme parrafadas, bien largas, de las que apenas comprendía la mitad. ¡Qué tiempos! Mi madre siempre cuenta que aquel verano estuviste un buen rato pidiéndome que te llevase unha zarapalleira y que yo daba vueltas por la cocina sin saber qué traerte, mientras que a mi lado había una pila de trapos... Ay... Supongo que entre aquellos discursos y el resto del ambiente, se me quedó la lengua que ahora comprendo sin problemas y hablo a trastabillas.

Era yo una cría cuando te ponías al frente de los mayores de la casa para salir a regar de madrugada, lloviese o no, con un foco para alumbrar el camino y las veigas...Y después, durante la mañana, te encargabas de xunguir os bois para ir con el carro a limpiar el monte de toxo, piñas y madera; o te encaminabas a las fincas a recoger el millo que previamente habíais segado; o comenzabas a cortar la leña para alimentar la cocina. Pocas veces estabas sentado ocioso. Siempre tenías algo entre las manos: afiabas a fouzaña, debullías o millo, mientras liabas con una sola mano el tabaco de tu eterno pitillo, que posteriormente se transformó en los cigarrillos "celtas" cuyo olor invadía toda a eira.

Ahora, cuando cierro los ojos, la memoria me devuelve imágenes de ti algo borrosas...como si el tiempo se empeñase en desdibujar tu figura. Sin embargo, conservo perfectamente almacenados pequeños retazos de tus charlas, a media tarde, mientras se escondía el sol. Y también se asoman a mis recuerdos tu planta de hombre apuesto, esbelto y gallardo, y tus brazos fibrosos, tatuados durante la guerra civil que se llevó por delante la  inocencia de toda una generación de jóvenes españoles. Pero lo que siempre tendré presente son las sensaciones que supiste transmitirme y el respeto por el campo. Impresiones que han marcado mi sensibilidad y mi amor por Taboexa.  

Pese al paso del tiempo, todavía me detengo a escuchar el  cántico del agua cayendo en el pilón de delante de casa, y cuando el cielo se torna anaranjado, momentos antes de la puesta de sol,  te recuerdo, abuelo, mirando hacia el infinito. Con tu chapeau bien calzado sobre la cabeza y el bastón, firme, entre las manos. Perdida tu vista en el coto de Santa Cristina mientras se ocultan los últimos rayos.

Dicen que sólo el olvido nos hace desaparecer definitivamente. La familia te sigue recordando, abuelo. Te llevamos en el corazón. 

2 comentarios:

  1. Me lo has fotografiado con tanta dulzura!!. He escuchado su gallego travieso, os he visto en la cocina y en la era, y hasta he podido oler, a través de tus palabras, la picadura de tabaco, la hierba mojada.

    Señor Pepe do Barreiro: tiene usted una nieta estupenda. Se la merece.

    Un saludo.

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  2. Gracia por tus palabras y por tu visita a este rinconcito de mis recuerdos.

    Ya ves, aquí ando, tratando de dejar en negro sobre blanco los recuerdos que conservo de mi gente y de mi tierra...

    Un placer, Iconos. :)

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