- Mamá, vamos a bailar. –Le devuelvo la sonrisa con un guiño.
- Ahora no, cariño. Lo haces muy bien solita. ¿Puedo aprender de ti? ¿Me enseñas?
- Vale, mamá. Apunta mi gesto – y retoma con armonía sus últimos pasos-.
Asiento emocionada. Y apunto su gesto. Me guardo su carita infantil que, últimamente, se transforma en la de una señorita. Anoto cada movimiento para archivar su mirada ingenua y sus mofletes sonrosados…
Mi pequeña se hace grande, mientras baila. Inventa su danza con armonía y juega con el compás para defenderse en la sonata… Y pienso en que así será cuando emprenda el otro baile, el que le imponga la vida cuando salga ahí fuera, lejos de papá y mamá.
Suenan las últimas notas de la canción.
- ¿Bailamos juntas, mamá? ¿Repites mis gestos?
Compruebo que mis anotaciones han quedado a buen recaudo y le tomo la mano. La melodía vuelve a sonar... y giramos y reímos por las poses que inventamos al son de la música.
Mi pequeña y yo bailábamos con este tema anónimo judeo-cristiano, "El rey de Francia". Espero que os guste.
Deliciosa escena, la pequeña y la madre bailando juntas. Deliciosa la música y tu manera de contarlo.
ResponderEliminarNo pierdas un segundo de esos momentos. Nunca se repetirán.
Un abrazo,.
Gracias, Iconos... Ahí sigo cada día, anotando y apuntando cada uno de los momentos de mi pequeña grande. ;)
ResponderEliminarMe guardo tu consejo porque el tiempo vuela, ¿verdad?
Besotes mil